CHICAGO.- De vacaciones en Chicago esta semana desde Europa, Jelle den Burger y Nirusa Naguleswaran comieron en el Dog House Grill: un clásico sándwich de carne italiano para él, queso asado para ella.
Ambos piensan que la forma en que sus géneros se alinearon con sus elecciones de alimentos no fue una coincidencia. Naguleswaran dice que hay más probabilidades de que las mujeres no elijan la carne y se preocupen por cómo su dieta afecta el medio ambiente y a otras personas.
No quiero que me malinterpreten, que los hombres se sientan atacados”, dijo riendo Naguleswaran, quien es de Holanda. Señaló que le encanta comer carne, pero que dejarla por razones climáticas era más importante para ella. “Simplemente por naturaleza nos preocupamos por los demás”.
Ahora, los científicos pueden decir con más confianza que nunca que el género y las preferencias de consumo de carne están relacionados. Un artículo publicado esta semana en Nature Scientific Reports muestra que la diferencia es casi universal entre culturas, y que es aún más pronunciada en los países más desarrollados.
Los investigadores ya sabían que en algunos países los hombres comían más carne que las mujeres. Y sabían que la gente de los países más ricos comía más carne en general. Pero los últimos hallazgos sugieren que cuando hombres y mujeres tienen la libertad social y financiera para tomar decisiones sobre sus dietas, divergen aún más entre sí: los hombres comen más carne y las mujeres menos.
Esto es importante porque alrededor del 20% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero que calientan el planeta provienen de productos alimenticios de origen animal, según una investigación de la Universidad de Illinois. Los investigadores detrás del nuevo informe creen que sus hallazgos podrían afinar los esfuerzos para persuadir a las personas a comer menos carne y lácteos.
Cualquier cosa que se pueda hacer para reducir el consumo de carne en los hombres tendría un mayor impacto, en promedio, que entre las mujeres”, afirmó Christopher Hopwood, profesor de psicología de la Universidad de Zúrich y uno de los autores del artículo. El trabajo fue financiado por Mercy for Animals, una organización sin fines de lucro dedicada a acabar con la agricultura animal. Hopwood dijo que no está afiliado a la organización y no es un activista.
Los investigadores preguntaron a más de 28 mil personas en 23 países de cuatro continentes qué cantidad de distintos tipos de alimentos comían cada día, y luego calcularon el consumo promedio de animales terrestres por identidad de género en cada país. Utilizaron el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, que mide la salud, la educación y el nivel de vida, para clasificar qué tan “desarrollado” estaba cada país, y también observaron el Índice Global de la Brecha de Género, publicado por el Foro Económico Mundial.
Descubrieron que, con tres excepciones —China, India e Indonesia_, las diferencias de género en el consumo de carne eran mayores en los países con mayores puntuaciones de desarrollo e igualdad de género.
La gran cantidad y diversidad cultural de las personas encuestadas es “una verdadera fortaleza de esto”, dijo Daniel Rosenfeld, psicólogo social de UCLA que estudia la conducta alimentaria y la psicología moral y que no participó en el estudio.
El estudio no respondió a la pregunta de por qué los hombres tienden a comer más carne, pero los científicos tienen algunas teorías. Una es que, evolutivamente, las mujeres podrían estar programadas hormonalmente para evitar la carne que posiblemente esté contaminada, afectando el embarazo, mientras que los hombres pueden haber buscado proteínas de la carne dada su historia como cazadores en algunas sociedades.
Pero incluso la idea de los hombres como cazadores está entrelazada con la cultura, dijo Rosenfeld. Ese es un buen ejemplo de otra teoría, que sostiene que las normas sociales moldean la identidad de género desde una edad temprana y, por lo tanto, la forma en que las personas deciden llenar sus platos.
Rosenfeld, quien dejó de comer carne hace unos 10 años, dijo que su propia experiencia en la universidad “como un chico que salía con otros amigos” ilustraba la presión cultural sobre los hombres para comer carne. “Si todos comen carne y yo decido no hacerlo, esto puede alterar el flujo natural de las situaciones sociales”.
Los mismos factores culturales que dan forma al género influyen en cómo las personas responden a la nueva información, dijo Carolyn Semmler, profesora de psicología de la Universidad de Adelaida en Australia, que también estudia el consumo de carne y factores sociales como el género. Semmler no participó en este estudio. En algunos de sus trabajos anteriores, estudió la disonancia cognitiva en torno al consumo de carne.
En esos casos, señaló, las mujeres a las que se les presentaba información sobre el deficiente bienestar animal en la industria ganadera eran más propensas a decir que reducirían su consumo de carne. Pero los hombres tienden a ir en la dirección contraria, afirmó.